- El lenguaje de su novela resulta convincente, y eso que el castellano utilizado es el de nuestros días. ¿Cómo ha conseguido imprimir al idioma esa apariencia de sincronía, sin recurrir al pastiche, que es lacra en muchas novelas históricas?
- Los términos sincronía y anacronía han de estar presentes en la mente de un novelista, a la hora de confeccionar las estructuras de sus novelas. Es una novela escrita en el siglo XXI para lectores del siglo XXI, lo que no quiere decir que atente a ese espejo en el camino que aludía en la primera pregunta de la entrevista. Sin la voluntad, tan a la moda hoy, de entretener al lector, sí hay que facilitarle la comprensión y el significado profundo de la novela. Para ello el lenguaje es fundamental.
- Hablando de novelas históricas, ¿dónde está el límite entre la realidad y la ficción?
El novelista de novelas históricas, una vez perfectamente documentado del período o personaje histórico que intenta narrar, ha de intercalar en la narración histórica aquellos pasajes de ficción que al historiador le es imposible demostrar su veracidad. En el vaivén de esa intercalación o ritmo histórico, se encuentra una de las claves del acierto o no de la novela.
El escritor, el poeta, en contra del parecer popular, es la persona más realista del mundo, por mucho que en distintos períodos de la historia de la literatura se haya arriesgado a traspasar esa línea divisoria, volviendo rápidamente de nuevo a la realidad para no ser atrapado por la locura esquizofrénica que lleva toda ficción cuando se constituyen en fundamento de la existencia de ese escritor.